Y sin ser "Opus Dei", ni familia "Puente", seguimos creciendo

A la espera de lo que seria mi nueva hija Amaya, nombre por el cual habíamos dado mucha vuelta, y habíamos transado algunas cosas. Llegaba el día, a pesar de que todo se adelanto una semana, estaban todos los indicios que ya no se podía esperar más, que había que traer al bebe. Un poco de ansiedad y esperando que con nosotros estuvieran los afectos de todos nuestros seres queridos que cobijamos en nuestra memoria, donde la presencia de su abuela, de mi hermano y de nuestra querida amiga, daban la protección necesaria para que hicieran su trabajo con la chinita en este acto tan trascendental. Y así iba todo con total naturalidad y tranquilidad que te puede dar el tremendo acto de amor que significa la llegada al mundo.

Llegando ya los facilitadores de tal acto, todo empieza su curso, cuando de pronto y con total soltura este bebe empieza a asomar sus testículos, no esperados y que no correspondían, puesto que el rosado, los aros, sus ropas, su pieza y sus juguetes giraban en torno a la feminidad. Pero no, la sorpresa fue mayor cuando de esto, de esperar a Amaya, aparece él, Vicente. Todo era sorpresa y cuotas de alegrías más. Que se sumaban.

Bueno compartir con mis amigos y amigas la sorpresa de la cual fuimos parte mi familia completa, Mili, Renato, Aldana y yo. Aunque confesar, que lo más complejo ha sido explicarle a Aldana que su hermana es ahora un hermano, todo muy confuso para tener tres años.