Desde el amor… y otros sabores

Hoy, un día más de San Valentín, donde el primer pensamiento (maldita de-formación profesional), otro día más comercial. Pero no, debo modificar, entrar en este sentir colectivo, por que aunque sea de pequeña acciones, debe agradecerse el instante que tengan las personas para decirse “te quiero”, cambiar la predisposición hacia el resto de los ámbitos, igual como que el aura social se enrarece de mediana felicidad. Debo aprovechar, recordar y reiterar el profundo amor que en mí se cobijan, sobre todo con los grandes amores que hay en mi vida.

Mi amor profundo, por quién me acompaña a diario, que cómo le he dicho, es un crecimiento de proyectos, de sueños, de la cotidianidad familiar. Mi pareja y todo lo que ella es mi y yo; tan claro, cómo tan complejo a la vez. Que junto a todos y cada uno de mis hijos, son quienes pueden reflejar lo que anhelo, lo que sueño y también, debo confesarlo, temo. Este amor, sumado al de mis padres, el más vital, reformador y envolvedor de seguridades.

También son de esta especie mi amor por mis amigos; cercanos, de esos que están lejos (materialmente), los que están más lejos, los que son parte biográfica de mi vida, los que recientemente entran a mi vida, los que con pequeños contactos son parte de lo que me estoy formando, construyendo. Ellos, todos, también deben tener un abrazo, un beso en este día.